Hoy me toca escribir unas líneas, un pequeño texto personal y transferible, eso es lo que pretendo que sea, sobre todo, transferible. Y concretamente va dirigido a ti que me estás leyendo, pues tengo algo que pedirte. Hace tiempo que siento mi alma adormecida, vacilante, con impulsos vagos que me mantienen dentro de una falsa inestabilidad; descansando cómodamente entre las cuatro paredes de lo que hasta el momento he llamado hogar. Este es un sentimiento que no suelo expresar, quizá porque no sé cómo hacerlo, quizá porque me da miedo a que todo a mi alrededor se desordene.
Necesito
caos, te estoy pidiendo caos. Sí, estoy pidiendo que conviertas mi vida normal
en algo extraordinario, que te saltes los horarios y los planes, que improvises.
Y si me estás leyendo es porque me conoces, y si me conoces sabrás como
hacerlo.
Llegados a este punto, pensarás que mis pensamientos son la locura de alguien que nota como pasa el tiempo y no consigue vivir las suficientes aventuras, de alguien que no está conforme con su situación actual, de alguien que anhela algo que parece inalcanzable. Pero reflexiona conmigo y dime, ¿no tengo razón al afirmar que desde el caos, la improvisación, la frescura y la innovación es de dónde surgen las genialidades, las ideas y finalmente la felicidad?
Por eso, una vez más te lo pido, necesito caos y tu pequeña aportación hará que me mueva, que salga del peligroso equilibrio de la rutina. Y si aún no te he convencido con lo que he escrito aquí prueba una cosa, imagínate que estas son tus palabras, que esta misma situación ocurre al revés, que tú escribes y yo leo. Imagina cualquiera de las cosas que he descrito antes y hazla tuya.
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