martes, 21 de diciembre de 2010

Desconectado


Me fascinan las cosas que pasan de forma inesperada, y en un momento dado tu mente sale fuera de la escena y piensas. ¿Por qué motivo estoy aquí, en este idílico paraje, donde los ancianos juegan como niños en un parque? Y empiezas a echar cuentas, uno y uno son dos; dos y uno tres, y de repente le sumas otro y ¡pam! ahí lo tienes, ¿¡siete!? Qué extraño, entre cuatro y siete hay una gran diferencia, la posición de los palitos. Porque todos sabemos, que no es lo mismo la curva que la recta, y viceversa. Pensareis que estoy diciendo una serie de verdades inconexas, o puede que quizá sean mentiras conectadas, en fin, eso concierne única y exclusivamente al juicio del juez que analice la jugada.

Y me llamarán loco, pues no señor, lúcido y descarado, de pensamiento simple, o quizá abstractamente recargado... si usted me quiere insultar, caballero; puede llamarme borrego descarriado. ¿Pero por qué comer de la hierba que pisa el rebaño, si por aquel camino hay otra más fresca y limpia? No creo que la vida tenga un manual, porque puede ser muchas cosas excepto una, específica. A ver si me explico, estoy harto de tanta patraña, de que intentes convencerme de una forma tan simple, ¿aun no te has dado cuenta de que yo le doy al coco mientras tu estas dándole al pico?

A veces, reflexiono sobre cosas complicadas, como por ejemplo en qué pensaría el que creó la historia de los duendes, espectros y hadas; y me fascina que pudiera crear tales seres de leyenda, una esperanza conmovedora; y es que si el príncipe me sale rana no pasa nada, con un simple beso ya lo tenemos, historia cambiada. Y ahora como todo está bien que empiece la atracción, y si nos lo permite Newton, que se convierta en algo más, y aunque no sea tan grave, lo podemos llamar gravedad.

Venga, a ver si lo coges, a ver si te enteras. Yo lucho por la libertad de mi mente, un intento por escapar del pasado, del futuro y del presente; y vivir de forma atemporal, hoy, mañana y siempre. Intento escalar a lo más alto de esta sociedad, para una vez que haya llegado mirar con vértigo antes de lanzarme en picado y volver donde esta mi sitio; porque arriba se vive bien, sin currar, sin pensar, preocupándose únicamente por la reserva del restaurante donde vas a ir a cenar, pero intelectualmente capado.

Hoy voy a reconocer una cosa, si, es cierto, yo también me he equivocado. Y me estoy dando cuenta ahora y eso que sucedió hace ya casi un año. La pereza es la capital de mi pecado, cuando te ofrecen lo fácil y lo tomas, sin arriesgarte a probar algo más complicado. A veces no estaría mal esforzarse un poco más, continuar andando, aunque te canses, a contracorriente, vadeando para al final lograr encallar en el lugar que has estado buscando. Tonterías escritas en un papel, al fin y al cabo al final es solo otra historia de la Navidad.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Promesas


Os voy a contar una historia, algo que ocurrió en una aldea, un pequeño lugar lleno de encanto que se situaba al pie de unas montañas. Y por mitad de la aldea, entre blancas casas de adobe, transcurría un riachuelo de aguas cristalinas y en su cauce transparente se podían ver pececitos de colores nadando alegremente. Y en los alrededores, bastos campos y un gran terreno boscoso se extendía lleno de vida durante muchos quilómetros, con arboles enormes de hoja caduca que tiñen de dorado el suelo en otoño y de verde pintan la primavera.

Y a pesar del encanto del lugar, no todo era felicidad, pues en esta aldea vivía una muchacha tremendamente bella, con cabellos de oro y el cielo por ojos; pero cada día al atardecer se sentaba en la misma roca junto al río a llorar. Y es que ocurrió hace tiempo, que un niño le prometió la luna. Ellos eran grandes amigos desde muy pequeños, crecieron juntos, jugando a un montón de juegos, corrían persiguiéndose el uno al otro o jugaban al escondite. Pero de entre todos, su preferido era el de “La princesa y el caballero”, ella se subía a un árbol que con la imaginación se convertía en un torreón donde permanecía encerrada esperando a que un valeroso caballero viniera a rescatarla y a conquistar su corazón. Y así fue como un día, el niño le dijo “Si venís conmigo, princesa, os prometo la luna”, con un brillo en los ojos propio del más valeroso de los caballeros.

El cariño entre ellos crecía, y poco a poco surgió el amor, la promesa del astro más bello de la noche era algo que ella jamás habría imaginado, y que nunca podría olvidar. Desde aquel día algo había cambiado en su interior, pero no se atrevía a decírselo por miedo al rechazo, miedo a equivocarse y perder a su mejor amigo. Y cuando se quiso dar cuenta, ella ya no era tan niña, la edad de los juegos había pasado, y las obligaciones iban aumentando, y cada vez tenían menos tiempo para verse, pero cuando podían aprovechaban para escaparse montaña arriba, o se perdían durante un rato por el bosque. Pero lo que más les gustaba era tumbarse en la hierba por la noche, en silencio, contemplando las estrellas y la luna, luna con la que tanto soñaba la muchacha.

Pero un día el aciago destino le jugó una mala pasada, el joven sufrió un grave accidente mientras trabajaba arando el campo con su padre, el buey que tiraba del arado se revolvió de repente y corneó al muchacho en el costado, provocándole una grave herida que lo debatía entre la vida y la muerte. Ella se enteró al poco, y fue corriendo a visitarlo, para decirle que no se podía morir, que tenía que cumplir una promesa... pero ya era demasiado tarde. Cuando llegó ya había pasado a buscarle la parca y en el catre yacía el cuerpo sin vida del muchacho. La chica se acercó, llorando, se arrodillo al lado de él, y le susurró al oído.


“Me prometiste la luna; pero te la has llevado, me has dejado sola con un cielo estrellado y vacío. Me la ofreciste una vez, me lo dijeron tus ojos llenos de brillo, y estabas esperando a que yo la aceptara; ahora me doy cuenta, de que día a día, me lo recordabas con tu mirada.”

Y desde entonces, cada atardecer, cuando el sol se retira dejando paso a un cielo anaranjado que se resuelve lentamente en oscuridad, la luna aparece y con ella un recuerdo profundo. El recuerdo de una amistad que creció, y de una promesa que el miedo impidió que se cumpliera; destruyendo un juego de niños, evitando que en la noche se quedaran huérfanas las estrellas.

domingo, 8 de agosto de 2010

Reencuentro

Todo parece distinto... depende de nuestro corazón, de lo que nos evoque en ese momento, de algo más allá del entendimiento, algo que se siente y que se escapa a cualquier razonamiento. Y a veces, pienso en que podría haber sido y lo que no es; pienso en lo que tengo y en lo que se me escapó, y es que a veces, más de las que me convienen, pienso en ti.

Fue algo inesperado, algo que surgió de repente sin previsión y que crecía poco a poco, que se iba creando a si mismo lleno de color, alegría, esperanza y buenas sensaciones. Y al principio alzaba el vuelo una sola mariposa, con valentía y majestuosa, delicada y tremendamente hermosa; y esa una llamó a otra, y con el paso de los días fueron cientos de ellas las que mi estomago recorrían. Y sus delicadas alas me acariciaban, haciéndome cosquillas, provocando esa agradable sensación cuando te veía y se aceleraba el latido de mi corazón.

Y al escuchar tu voz, podía sentir lo mismo que cuando escucho una buena canción de alguno de mis grupos preferidos, o a una banda de música interpretar algún tema de Beethoven, o de Mozart... o una pieza de piano de Chopin. Música, una preciosa melodía, una letra cargada de sentimiento y cerrar los ojos, e imaginar un susurro tuyo cerca de mi oído, y notar tu cálido aliento, y pensar que estás aquí, junto a mí y que podemos conversar toda la noche, sin importarnos nada, sin tener en cuenta el paso del tiempo.

Y cuando se nos acaben las palabras, dejaremos que hablen nuestros cuerpos, coger tus manos y mantenerla entre las mías, acariciarlas; tan suaves, tan tiernas, tan expresivas, pequeñas y vivarachas, intentarán jugando escaparse pero siempre volverán para darme su calor cuando las mías estén frías. Pero esto ya es imaginación, porque nunca pasó, porque no tuve valor y ahora es una causa perdida... pero amigo, así es la vida.

Si, así es la vida, te ofrece los néctares más dulces, te los pone al alcance de tu mano, para que puedas verlos, olerlos y degustarlos. Te ofrece una agradable caricia llena de candor y cariño y después te la arrebata antes de que puedas aferrarte a ella. Te ofrece un leve susurro que en ocasiones no alcanzas a escuchar y no puedes atender a su petición. Y piensas que es todo tan sublime, tan perfecto, tan puro que no puede ser verdad... y no te atreves a tocarlo, a aferrarte a ello para no corromperlo con tus impulsos más banales.

Pero aprendes, pues de todo se aprende. Entiendes que si no lo tomas tú, al final otro lo hará suyo. Y no vale lamentarse, pues todo ocurre por un motivo, tanto lo bueno como lo malo.

“AYER TE PERDÍ, PERO QUIZÁ SEA PARA QUE MAÑANA VOLVAMOS A ENCONTRARNOS”

domingo, 4 de julio de 2010

ESPEJISMO

¿Quién es el Woo? Vamos a intentar darle sentido a una pregunta que carece de el, sobre todo si quien se lo pregunta es el mismo al que se supone llaman Woo. Porque llega un momento en el cual, sin ningún precedente previo te preguntas... ¿Quién soy yo? aunque quizá lo que quieres preguntarte es ¿Cómo es la persona que yo creo que soy desde el punto de vista de otra persona? Es decir, ¿se corresponde el cómo me ven, con el cómo me veo yo o realmente pienso y actúo de una forma y realmente no tiene nada que ver con lo que parezco? Y es por eso que surge mi duda ¿Quién es el Woo?


Por este motivo, me hace pensar en cuál es y cómo de distorsionada está mi visión de la verdadera realidad. Es cierto que cada persona tenemos un punto de vista propio, con una serie de opiniones preestablecidas, unos valores y una estructura distinta del pensamiento. Así que voy a afirmar, aun a riesgo de equivocarme, y sé que no me equivoco; que existen tantas formas de pensar y verdades como personas en este mundo. Yo tengo mi verdad y creo mi mundo a mi voluntad propia, pero jamás seré poseedor de nada absoluto, por lo tanto, podemos llegar a una conclusión; y es que todo es relativo y que somos víctimas y creadores del artificio en el cual vivimos.

Y os preguntareis, ¿esto a que viene? Pues muy sencillo, si nada existe y todo vale, si no podemos afirmar nada absoluto y toda verdad es válida, entonces yo, tú, y cada uno de ellos es capaz de reinventarse, pues estará por siempre sujeto al cambio. Cada una de las personas que conocemos puede ser otra persona, pero a la vez seguirá siendo siempre ella misma; yo soy el Woo, pero no hay un solo Woo, hay cientos de ellos, y cada uno distinto al anterior, pero al fin y al cabo representando siempre algo en común.

Ahora bien, antes hemos hablado de las opiniones preestablecidas y la estructura del pensamiento, y ahí es donde radica la esencia de la verdad, la normalidad y la visión del “absoluto relativo”, pues algo será más real cuanto mayor sea la coincidencia entre los distintos puntos de vista. Y esto último es a lo que actualmente llamamos sociedad, por lo tanto, y como ultima conclusión del día; no somos más que entes sociales, y careceríamos de una identidad si fuéramos extraídos de la sociedad.

“Liberadme de los grilletes de la sociedad y entonces seré realmente yo”

sábado, 22 de mayo de 2010

Pasatiempo

Si, efectivamente, todo pasa. Pasa el tiempo, pasan las cosas buenas, las malas e incluso aquellas que no tienen mucho sentido. Se van sucediendo, una tras otra, constantes e interminables, y a veces no nos damos cuenta de que han pasado hasta que lo han hecho y en ese preciso instante, justo en ese preciso momento, durante unos segundos podemos desear volver la vista atrás teniendo en cuenta el peligro que eso conlleva, y que os explicaré a continuación.

Nuestra vida es un camino que creamos nosotros mismos, y que se limita a una línea más o menos recta, de la que no podemos escapar y en la cual solo se puede avanzar en un sentido. A veces, esa línea transcurre paralela a la de otra persona, y también existen líneas que se cruzan, se tocan, se rozan e incluso se superponen en una noche loca; pero es cuestión de tiempo que vuelvan a separarse. Y mientras nos desplazamos por este raíl, podemos observar millones de cosas; aunque realmente pasamos la mayor parte del tiempo con la cabeza hacia abajo, mirando donde vamos a poner el pie en el siguiente paso. También es bastante común en el cruel mundo de las líneas de la vida, el intentar correr más que nadie, para poder mirar hacia atrás y jactarse de ser el primero, aunque luego el pobre infeliz, descubrirá que la meta no es tan agradable como él esperaba. Otro error es pensar que si te paras, todo se parará contigo, pero no... y encima, antes era medianamente recta, pero ahora empieza a hacer curvas, giros insospechados, bucles, tirabuzones y un doble mortal; y evidentemente, después es mucho más complicado recorrer el circuito y volver a tomar el control para enderezar la línea.


Y que decir de aquellos a los que de repente, algo se les cruza en el camino y de pronto se ven obligados a dejar de andar. He visto largas caminatas interrumpidas de forma abrupta por el paso de un camión de mercancías. Porque eso sí, la longitud de la línea es quizá la cosa más caprichosa de este mundo, parece gozar de una voluntad propia para interrumpirse cuando a ella le viene en gana. Así pues, llega un momento en el cual no podemos seguir avanzando y miramos hacia todas partes buscando una respuesta, y cuando eso pasa, en mitad de la confusión, aparece un señor (o quizá sea una señora, quien sabe, nadie se ha atrevido a levantar los faldones para averiguar cuál es su sexo, aunque puede que eso tampoco sirva de mucho), que amablemente nos explica que se ha acabado nuestro tiempo, que no hay más camino y que tenemos que acompañarle hasta un lugar desconocido en el que “seremos” felices, pero del que jamás volveremos para informar a nadie de lo bien que lo estamos pasando.


En fin, aquí me encuentro yo, caminando y reflexionando, probablemente perdiendo el tiempo, porque debería estar estudiando para mis exámenes finales. Pero bueno, intentaré sacar una pequeña conclusión de esta abstracta metáfora. Digamos pues, que simplemente tenemos que centrarnos en seguir esa línea, cada cual a su ritmo, abriendo bien los ojos para darnos cuenta de las cosas; ¡y qué demonios! quizá a veces tengamos que correr, o caminar más lentos, o quizá desviarnos ligeramente de la recta para cruzarnos con otra gente, aunque no debemos obsesionarnos porque eso simplemente pasará, es una cuestión de probabilidad, hay mucha líneas y poco espacio. Pero lo que nunca, jamás de los jamases, bajo ninguna circunstancia a no ser que se invente un artilugio capaz de devolvernos al pasado; debemos hacer, es mirar hacia atrás, porque es inútil, ese camino ya está recorrido, ya lo hemos superado, pero eso sí, no tenemos que olvidarlo.

domingo, 7 de marzo de 2010

VIVIR

Bienvenido, yo soy la vida,
puedo ser cruel a veces,
pero esa no es mi intención
pues también soy compasiva.
Me aliaré con el tiempo
y te dejaré crecer
hasta que llegues a viejo,
pero en ese largo camino
me llevaré a tus seres queridos.
Lo siento, no es mi intención
puedo parecer mezquina
pero también te compensaré
con multitud de alegrías.
Yo no decido tu suerte,
ese es mi amigo, el destino;
que te traerá problemas,
pero nunca te rindas,
no merece la pena.
Lucha, lucha y se fuerte
supérate día a día y busca,
busca aquello que deseas.
Yo te daré la oportunidad
amor, risas, amistad; un te quiero,
la verdadera felicidad.
Y al final llegará el momento
tendré que despedirme,
te ruego que me perdones,
espero que hayas disfrutado
y solo me queda decir:
Ha sido un placer, encantado.



Bueno, esto podría ser un resumén muy breve de lo que puede ser la vida. Porque no es solo un camino más que tengamos que recorrer; es, ni más ni menos que aquello por lo que algún día seremos recordados. Y no tiene excesiva importancia el tiempo que vivamos, pues el tiempo es relativo, como todo en este mundo; lo verdaderamente importante es buscar, a cada momento la utopía de la felicidad... vivir pensando que de una forma u otra tenemos que morir, para así aprovechar cada instante que se nos ofrece como si fuera el último. Nacer y morir, reir y llorar, amar y odiar, alegrarse y entristezerse, pensar, actuar, sentir, equivocarse, fallar, tener miedo, superarse, caerse, levantarse y seguir caminando; para finalmente llegar a nuestro destino, mirar hacia atrás y saber que hemos vivido

lunes, 8 de febrero de 2010

COLORES


Abro los ojos, y solo veo sombras, difuminadas formas de lo que es la realidad. Veo el bosque, los arboles, los ríos, las hojas que cubren el suelo, las flores, el musgo y las rocas; pero ya no son lo mismo, no son como los recuerdo. Veo vida, ardillas y pájaros en las ramas, pequeños insectos revoloteando buscando néctar, veo correr a los ciervos y saltar a los conejos. ¿Pero dónde están sus colores, se los ha llevado el invierno?

Y de pronto aparece un niño, y lleva entre las manos una cosa que guarda con recelo y con exquisita ternura, acariciándola con sus dedos. Y se acerca lentamente hasta donde yo estoy, un paso tras otro, mirándome fijamente, y distingo un azul claro, una mirada profunda, eterna, infinita; los ojos más dulces que jamás haya podido ver. Me sorprende, pues algo ha roto la escala de grises, y me quedo observándole atentamente, hasta que al final se para frente a mí. Y muy despacio separa sus manos, y de ellas sale una luz, una pequeña esfera de fantasía, que flota suspendida ante mi cara, salpicada de cientos de colores que se muestran de forma fugaz, uno tras otro en una danza incesante y vivaz.

Y de repente, de la resplandeciente bola de luz empiezan a saltar distintos rayos que impactan sobre todo lo que hay a mi alrededor, tintándolo de sus diferentes matices. Y de verde se tornaron las hojas de los arboles, y la corta hierba del suelo, y los tallos de las flores, y el musgo de las rocas. Y de marrón los troncos, y la tierra del suelo, y las hojas secas que caían lentamente mecidas por el viento, y también el pelaje de un alce y las alas de un pájaro. Y de amarillo, rojo, rosa, violeta y muchas más tonalidades se pintaron las flores, y las vistosas mariposas, y las plumas de muchas aves. De azul se tiñó el cielo, con sus pinceladas blancas y de repente todas aquellas sombras desaparecieron.


Pero yo me miré las manos, y todavía continuaban grises, y mi ropa… Todo había recuperado su color, el mundo que me rodeaba, pero yo no; algo quedaba en mi interior, y comprendí que no era el invierno, que había sido mi tristeza. Y alcé la vista otra vez, y me encontré con ese niño, y en su cara una sonrisa, y en sus ojos la misma profundidad. Me arrodillé para levantarme, aturdido, y en el preciso instante en el que me ponía en pie el pequeño abrió sus brazos y me rodeó con ellos, y sentí como sus pequeñas manos se apoyaban sobre mi espalda, y su cabeza en mi pecho, y el candor de su cuerpo, y el olor de su pelo. Nos quedamos así un buen rato, yo cerré los ojos para centrar mis sentidos en esa agradable sensación. Y al rato, cuando volví a abrirlos lo eché de menos. ¿Dónde estaban esos ojos azules, inmensos como el cielo, profundos como el océano?¿Dónde ese abrazo tierno?¿Dónde estaba ahora el agradable perfume de ese pequeño, su dulce sonrisa y todos esos colores que habían salpicado el bosque de los más espectaculares matices? Yo tengo la respuesta, no se los ha llevado el invierno, solo ha sido mi tristeza… Y de repente una lágrima se escapó de mis ojos, descendió lentamente por mi mejilla hasta precipitarse desde mi cara; extendí la mano para interceptar su caída, y al chocar contra mi palma pasó lo inesperado, mi piel volvió a recobrar su tono rosado que se apoderó rápidamente del resto de mi ser.

Finalmente lo comprendí, con esa lágrima desechaba la melancolía y noté en mi interior como florecía la alegría, y apartada la desazón y el temor, volvió a mi la vida. Un imaginario abrazo, un roce de nuestras manos, imaginar tus labios y mis labios, besándonos; y pensar que pronto se hará realidad y podremos ser felices juntos. El amor sincero como el de un niño, la pasión del mar rompiendo contra las rocas, el color de un bosque florido en primavera, todo eso quiero conseguir a tu lado.

viernes, 22 de enero de 2010

Tiempo

Tic-tac, tic-tac… suena el reloj constante, se suceden los segundos… tic-tac, tic-tac. No me puedo dormir, tengo miedo de no escuchar el repicar incesante del segundero. Tic-tac… se vuelve cada vez más lento, y a continuación más deprisa. Pienso en ella, como cada noche, extiendo mi mano para tocarla pero no está, la cama se vuelve inmensa. Suspiro y tic-tac. Y recuerdo el tiempo que estuvimos juntos; que poco, que rápido pasaba y ahora que lento, ahora que se ha marchado. ¿Por qué? Solo encuentro una respuesta en la soledad de la noche y mi respuesta no es otra que tic-tac. ¡Maldito sonido torturador, déjame tranquilo! Pero no lo hace, siempre es fiel a mi allí donde esté, recordándome su rostro, recordándome su voz, sus palabras… necesito tiempo. Y eso es lo que yo tengo ahora, tiempo. Tengo de sobra, y por si quiero olvidarlo tic-tac. Pero lo amo, lo adoro, porque ahora comprendo todas esas expresiones: “Tempus Fugit”, “Carpe Diem”… Que importante; nuestro aliado, nuestro enemigo, nuestro fiel e inseparable compañero, desde el primer hasta el último momento de nuestras vidas, siempre estará ahí, siempre eterno tic-tac.



Y a continuación una pequeña reflexión. Hay cosas que se escapan a la comprensión del tiempo, dicen que el tiempo todo lo cura, pero ¿qué nos cura a nosotros del paso del tiempo?. El tiempo es solo algo que nos han ofrecido de forma altruista para que hagamos un uso razonable de el, porque tarde o temprano a todos se nos termina, el tiempo es infinito, pero nosotros no. Por eso, simplemente me gustaría que pensarais en como lo utilizais, porque merece la pena disfrutar de cada momento, de saborear tanto lo bueno como lo malo, de vivir de forma intensa. Que pase rápido, lento o que se pare depende de muchas cosas, pero podemos intentar controlarlo, solo hay que hacer un pequeño esfuerzo.

sábado, 9 de enero de 2010

SONATA

Cada noche, cuando la larga jornada se agota, me siento frente a mi viejo piano, con las manos descansando sobre mis piernas, y en ese mismo momento comienza a sonar una canción en mi cabeza. Conozco su partitura, pues yo mismo la compuse, y siempre intento volver a tocarla, intento deslizar mis dedos sobre las nacaradas teclas, pero justo entonces comienzan los temblores, comienzan los recuerdos y las lágrimas.


Y recuerdo los días de lluvia, sentado frente a la ventana, creando, inventando, soñando, flotando entre notas de piano; y las tristes melodías que derramaba en los cielos grises. Y recuerdo tus pasos livianos acercándote por mi espalda, y recuerdo que te sentabas a mi lado y apoyabas la cabeza sobre mi hombro, dejando que tu pelo cayera sobre mi pecho en una cascada de negros rizos; y me rodeabas con tus brazos por la cintura, y todo aquello me inspiraba y el amor escribía las partituras, la música más bella jamás imaginada.


Y también recuerdo las noches de verano, sentado como siempre frente al piano, con el torso desnudo, sintiendo la suave brisa sobre mi piel y recuerdo la quimera, la fantasía, la melodía más viva y colorida, la fuerza de los alegres acordes. Y tú pasabas junto a mí, para asomarte por el balcón, y aun recuerdo esa leve caricia que recibía mi cuello, que provocaba un escalofrío que recorría mi cuerpo, y aun puedo oler el perfume, ese olor a flores frescas que dejabas con tu estela.


Y ahora me acuerdo de aquella canción, tan melancólica, tan calmada, tan apagada y que contradicción, tan jovial, tan sentida, tan llena de vida. Aquella última composición, mi partitura más querida, dirigida a lo que más deseaba. Y desde entonces, cada noche, desde el momento en que supe que te marchabas, que tu llama se extinguía, me sentaba en mi piano a tocar nuestra sinfonía. Y recuerdo tu cara, tu dulce mirada, recuerdo que tus ojos derramaban una lágrima de alegría y siempre quedarán grabadas tus palabras, que se repetían con cada luna:


“Cariño, siento tener que abandonarte, pero no temo a lo que me va a suceder, porque cuando tenga miedo puedo tararear nuestra canción, y sentir que estoy junto a ti, y sabré que somos eternos, que nuestro amor quedará escrito en una bella sonata, y pensaré en como tus dedos fluyen alegres entre negro y blanco, entre marfil y basalto. Y en tu respirar sereno, y ese leve cabeceo cuando estas tocando y disfrutando, y en tu suspirar de amor cuando estas sentado frente a tu piano. Y en mis noches en vela sentada a tu lado, y pensaré que en mi vida jamás ha tenido lugar el silencio, siempre han existido unos delicados acordes que me llenaban de agradables sentimientos, por eso no tengo miedo, por eso; mi amor, te quiero”.


Pero ahora todo aquello se ha perdido y de lo que tenía ya solo queda esa sonata, que se ha convertido en añoranza, pero que en el fondo sigue siendo un resumen de mi vida, lo que amé y lo que perdí, lo que creó nuestra ilusión, lo que forjó nuestro cariño, una ajada partitura que repaso cada noche, que retumba en el interior de mi pecho. Y yo me aferro a ella, porque se, que aunque ahora me duela, es mi única esperanza para poder, algún día, volver a sentir aquello que tenía, poder volver a poner mis manos sobre las suaves teclas de mi amado piano.

martes, 5 de enero de 2010

ESCUCHAR

Os voy a contar un breve cuento, algo que le sucedió a una familia corriente, una familia que había tenido un hijo, un niñito muy especial. El pequeño, que se llamaba Alex, había crecido sano y fuerte, pero ahora tenía 11 años y se encontraba en la habitación de un hospital, solo y mirando por la ventana, con los ojos perdidos en un cielo azul que anunciaba un día despejado y soleado.

Alex era un niño muy peculiar, desde muy temprana edad había desarrollado un gusto exclusivo por todo aquello que tuviera algo que ver con el arte, parecía poseer una sensibilidad sobrehumana para captar las sutilezas de la vida. Podía, por ejemplo, estar pintando un cuadro de un paisaje realista con acuarelas mientras escuchaba música clásica. O simplemente quedarse agachado en el jardín observando cómo las hormigas se dedicaban armoniosamente a salir en busca de comida para sustentar el hormiguero. O quizá, tumbarse en la hierba fresca, contemplando el cielo, mirando las formas que dibujaban las nubes mientras oía cantar a los jilgueros. Era capaz de todo eso, y muchas más cosas, podía tocar una preciosa melodía de Chopin en el piano de cola de su madre; o ayudar a su padre a arreglar el jardín, regando, podando y plantando toda una variedad de flores y plantas de los más vivos colores; y disfrutaba con todo ello.

Pero el tiempo transcurría y los padres de Alex, que al principio estaban encantados con todas esas actividades, comenzaron a preocuparse en cierto modo, pues parecía que el pequeño tenía problemas de adaptación en el colegio, siempre estaba solo en los recreos, era extraño ver que no se juntaba con los demás niños, que disfrutaba de su soledad. Así pues, con toda su buena fe, sus padres le apuntaron a actividades extraescolares en las que tuviera que relacionarse con la gente, probaron con distintos deportes y clases para conseguir que el niño hiciese amigos, para que disfrutara de compañeros de juegos, pero no lograban que Alex se adaptara, y el pobre niño cada vez se sentía más triste.

Poco a poco el desconsuelo y la preocupación de esos padres hizo la relación con su hijo más tensa, ellos pensaban que algo malo le pasaba, que no era normal su comportamiento, llegaron incluso a plantearse llevarlo al psicólogo, le preguntaban constantemente sobre el motivo de su conducta, le preguntaban si le ocurría algo, le preguntaban por qué no quería relacionarse con los otros niños. Y no comprendían la situación, no podían entender lo que estaba sucediendo, y cada vez era peor.

Una semana después de que Alex cumpliera 11 años y sus padres le organizaran una fiesta en casa con todos sus compañeros del colegio, ocurrió algo inesperado. Al levantarse ese día el pequeño parecía haber perdido la voz. Sus padres le hablaban y él les contestaba articulando las palabras, moviendo los labios y la boca, pero sin emitir ningún sonido. Al principio no se preocuparon demasiado y pensaron que se trataba de un juego, pensaban que les estaba tomando el pelo, pero progresivamente fueron aumentando las voces de alarma, pues pasaban las horas lentamente, sin que el niño emitiera más sonido que el silencio. Así pues, optaron por llevarle al médico, para averiguar cuál era el motivo de este repentino enmudecimiento.

Y de este modo es como Alex acabó en el hospital, tras una semana después de perder la voz. Le habían hecho todo tipo de pruebas, y los médicos no encontraban ninguna explicación patológica que hubiese llevado al pequeño a ese estado. Incluso pensaban que todo era cosa suya, que había decidido dejar de hablar de repente, así que lo intentaron con psicólogos, psiquiatras y todo tipo de cosas, pero nadie era capaz de hacer que volviera a emitir ni una sola palabra. Y así pasaban los días, con pruebas y más pruebas para intentar dar con una explicación lógica a lo que le sucedía.

Una soleada mañana, entró en la habitación de Alex una joven enfermera, que había acabado la carrera ese mismo año y vio al niño sentado frente a la ventana, mirando fijamente por ella y como abstraído. Celia, que así se llamaba la muchacha se acerco a él y le dijo:

–Hola, soy Celia, y voy a ser tu enfermera mientras estés en este hospital. -Pero Alex ni se molestó en mirarla. Continuaba con la vista fija en la ventana. La chica se quedó observando al niño durante unos segundos. Y volvió a dirigirse a él.

–Hola, Alex. –hizo una pequeña pausa–-. ¿Entiendes lo que te digo? ¿Puedes oírme? –El niño giró la cabeza levemente hasta cruzar la vista con la enfermera, pero fue solo momentáneo, enseguida volvió a mirar por la ventana. Celia se giró y salió de la habitación, con un gesto de frustración en el rostro.

Los días pasaban, y cada intento de entablar comunicación era un nuevo fracaso, la chica, que jamás se había encontrado en un caso como este, no sabía que hacer. Ella estaba convencida de que Alex podía hablar perfectamente y de que entendía todo lo que le decían, pero por algún motivo se negaba a hablar. Celia lo intentó por todos los medios, se leyó la historia de su paciente, habló con sus padres para que le contaran como era antes de que le ocurriera esto, se informó sobre lo que podía pasarle, era amable con él, intentaba ofrecerle todo aquello que pudiera interesarle, pero algo se le pasaba por alto. Hasta que un día se le ocurrió una idea, porque a ella siempre le habían dicho que intentara ponerse en la piel de los pacientes, que intentara comprenderles, que intentara empatizar con ellos y sobre todo, que les escuchara. Así pues, se dirigió a ver a su paciente sin voz, al misterioso niño silencioso, dispuesta a conseguir una respuesta por su parte.

Cuando entró en la habitación esta se encontraba fría, tenía las ventanas abiertas, y esa mañana había llovido, por lo que entraba una brisa gélida. Alex estaba apoyado sobre el alféizar de la ventana con sus codos, y su cabeza reposaba entre sus manos; su mirada se encontraba baja, pero no tenía un gesto triste, simplemente observaba un pequeño charco que se había formado frente a la ventana de su habitación. Celia se acercó hasta la ventana y se puso al lado del niño, adoptando la misma posición, y buscando aquello en lo que el pequeño había fijado su atención. Pasó así unos segundos, contemplando el paisaje, los arboles, las nubes, y todo aquello que se podía ver desde allí; hasta que finalmente centro su vista en el charco y se quedó a la expectativa. El charco reflejaba perfectamente las ramas de un árbol cercano, y entre ellas se podía contemplar las nubes, el cielo abriéndose para dejar paso al sol después de la tormenta. Y de repente, desde una hoja del árbol que se encontraba justo encima de ese charco cayo una gota de agua, una pequeña gota que se había formado a partir de gotitas más pequeñas aun. Y esa gota, provocó un chapoteo, y a continuación unas hondas, e hizo que aquella imagen que estaban viendo se convirtiera, por un segundo en algo mágico, una distorsión de un reflejo de la más cruda realidad.

Y fue justo en aquel momento cuando Celia miró al niño, y Alex miró a la enfermera; y en el rostro de ambos apareció una sonrisa. Y la muchacha supo que lo había conseguido dijo:

–Alex, ahora ya te entiendo, ya sé porque no hablabas. Y es que es una tontería hablar para aquel que no quiere escuchar, es difícil comunicarse con aquel que no te comprende o no te quiere comprender. –Celia agarró la mano de su paciente y continuó–. Ahora sé cómo ves tú el mundo que te rodea, sé que disfrutas con cada una de las pequeñas cosas que te ofrece, pero debes comprender una cosa. No todo el mundo tiene la misma capacidad que tú para disfrutar de esos pequeños momentos, y eso tienes que entenderlo.

Alex se quedo mirando a la única persona que había compartido por unos instantes lo mismo que él, la única persona que sabía exactamente como se sentía ahora, que había disfrutado con una gota de agua cayendo sobre un charco, que le había entendido y escuchado; y solo tuvo una cosa que decir, y esa palabra fue “Gracias”.